Pero Alberti ha sido y sigue siendo, en su alma, verdadero
pintor. Y capaz de interpretar poéticamente las otras artes y no solamente las
del diseño. Yo contemplé, llevado a su casa por una mano amiga, un retrato de
un amigo suyo que era mucho más que la obra de un artista aficionado. Luego
resultó que le salió por encima la vocación poética. Sin embargo, su definida
vocación no anuló en él al pintor, al artista de líneas y colores, y por eso
sigue pintando, ensayando y decorando carpetas visibles e invisibles. Y si
algún día las cosas le vinieran mal dadas, o tal vez le vinieron ya en días
nefastos, se ganará la vida, como el duque de Rivas, con la pintura.

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