Soy hombre extraordinariamente sensible al lugar en que vivo.
La geografía, las tradiciones, las costumbres de las poblaciones por donde
paso, me impresionan profundamente y dejan huella en mi espíritu. Allá, en
1907, fui destinado como catedrático a Soria. Soria es lugar rico en
tradiciones poéticas. Allí nace el Duero, que tanto papel juega en nuestra
historia. Allí, entre San Esteban de Gormaz y Medinaceli, se produjo el
monumento literario del Poema del Cid. Por si ello fuera poco, guardo de allí
recuerdo de mi breve matrimonio con una mujer a la que adoré con pasión y que
la muerte me arrebató al poco tiempo. Y viví y sentí aquel ambiente con toda
intensidad. Subí al Urbión, al nacimiento del Duero. Hice excursiones a Salas,
escenario de la trágica leyenda de los Infantes. Y de allí nació el poema de
Alvargonzález.

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